Cruzar una puerta

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By W.carter – Own work, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=34979655

Sucede cuando menos te lo esperas, alguien en quien confías te muestra un nuevo camino, te hace fijar tu atención en el elefante que está parado en mitad de la habitación y que tú, inexplicablemente, aún no habías visto. Existen dos opciones, o miras para otro lado y sigues fingiendo no notar la presencia del animal de 4 toneladas aunque el mismo te esté dando toquecitos en el hombro con la trompa, o asumes el irrefutable hecho de que viviendo en un tercero va a ser difícil sacar al paquidermo de tu salón (tu vida) y has de asumir la gestión de tal animal. Una vez tomada la segunda opción (si eres de los que escogerían la primera este post termina aquí, gracias por tu visita), le invade a uno una sensación de euforia indescriptible. –¡¡¡¡Tengo un elefante!!!! Un espléndido ejemplar de más de 3 metros de altura con unos magníficos colmillos y grandísimas orejas. Va a ser increíble pasear por la ciudad acompañado por tan noble y adorable ser! La vida se ilumina, se abren ante ti posibilidades infinitas, te sientes libre y te preguntas cómo es posible que nunca antes te fijaras en Pollyanna (resulta que es elefanta y se te ocurre llamarla como al personaje de un libro infantil que leíste de pequeño, una niña huérfana que era adoptada por unos tíos y se dedicaba a ver siempre el lado bueno de cada problema que surgía a su alrededor, haciendo más agradable la vida de aquellos que la rodeaban); ella te mira, te guiña un ojo y mueve con coquetería unas pestañas larguísimas.

Tú no sabes qué hacer con Pollyanna, como mucho has tenido alguna vez un perro o un gato, o incluso un hamster o una tortuga que te regalaron en la infancia y un día, como te dijo Mamá, escapó hacia el mar por el sumidero de la bañera, pero esto es muy distinto; así que pides consejo a quien te hizo fijarte en tu nueva compañía, que casualmente también tiene a su cargo un elefante grande y majestuoso y que curiosamente nunca habías observado, a pesar de acompañarle a todas partes. Te cuenta que tener un elefante es lo más natural del mundo, que hay otra gente que los tiene, que te cambiará la vida y que sentirás mucha más coherencia en todo lo que hagas. A ti no te cabe ninguna duda de que esto es totalmente cierto, no hay más que mirar a Pollyanna para sentirse en paz con el universo, los elefantes son seres maravillosos.

Pero a partir de ahí comienzan a aparecer los inconvenientes. Hacerse cargo de un elefante es, aparte de complicado e incómodo, toda una responsabilidad. A este tipo de animal no le vale con que le cambies el agua y la comida todos los días, un elefante exige coherencia en el trato y mucha sinceridad, aparte de altísimas dotes de paciencia y serenidad. Uno no se vuelve cuidador de elefantes de la noche a la mañana, el primer día al despertarte encuentras a tu nueva amiga expectante, con los ojos muy abiertos esperando a que te levantes de la cama. De corazón, te lanzarías a abrazarla y dejarte llevar por ella hasta el fin del mundo, pero tu mente no está de acuerdo con el plan. Hacen su aparición los miedos –¿Me aplastará?, ¿seré lo suficientemente alto para cumplir sus expectativas?, ¿le gustará la música brasileña?, ¿será carnívora? Y también -¿qué dirán los demás cuando me vean caminar con un elefante?. Te das cuenta de que estás solo y de que aparte de la persona que se convirtió en tu guía introductorio en el mundo elefantil, no conoces a nadie más que cuide de un elefante. En tu círculo (y en el mundo en general), la gente se mueve sin animales a su vera; es más, resulta bastante complicado transmitirles tu condición de cuidador, piensas que no lo entenderían y decides mantenerlo en secreto. Tu estás seguro de que si por un momento mirasen sin prejuicios a su alrededor, muchos de ellos encontrarían a su elefante particular y su vida se llenaría de alegría, tal como tu empiezas a vislumbrar las posibilidades de la tuya, pero también sabes que esa mirada tiene que abrirse desde dentro.

También te das cuenta de que a ti mismo te resulta muy difícil cambiar todas las creencias y patrones que llevas reafirmando años y años, que aunque las tripas tengan clarísimo que tú has cambiado, que has despertado, tu cerebro vuelve a aguarte la fiesta. Te sorprendes pensando en cómo era tu vida cuando te dejabas llevar por la corriente dominante, lo cómodo que era no cuestionarse nada, sentirse aceptado dentro del rebaño. Y empieza a doler (un dolor que, muy probablemente se instalará para siempre como una posibilidad cotidiana). Te sientes un bicho raro, un Gregorio Samsa cualquiera. Llegas a maldecir la maldita hora en que se te ocurrió elegir la píldora roja. Caes en la cuenta de que no hay vuelta atrás, que has cruzado una puerta sin retorno, es imposible volver a la insulsa comodidad de antes, es el precio y el premio de la lucidez. Solo falta que el cielo, como en Asterix, caiga sobre tu cabeza… Pero no, justo eso no ocurrirá nunca, porque has ganado el cielo, la libertad interior, la responsabilidad sobre tu vida y por tanto la capacidad para cambiarla. Nunca volverás a ser el mismo.

Saludos desde la luz.

Orión 

Esta noche (hace un momento) me he vuelto a encontrar de bruces con la constelación de Orión, el cazador. 

Según la mitología griega, Artemisa era la diosa de la caza, de la luna y los animales. Su hermano gemelo, Apolo, era el dios del sol, la profecía, las artes y la luz.

Orión por su parte era un humano, un gran cazador que se acompañaba siempre de su fiel perro, Sirio. De él se decía que perseguía a las bestias más abominables por el Hades y los cielos.

Artemisa y Orión se conocieron en una ocasión en la isla de Creta y entre los dos surgió una gran atracción.  A partir de ese momento, los dos pasaban el tiempo juntos cazando, lo cual hizo despertar los celos de Apolo, que se sentía desatendido por Artemisa y que pensaba que ésta no debía  relacionarse con un simple mortal y mucho menos enamorarse de él. 

Apolo decidió entonces enviar a un terrible escorpión gigante para que acabase con la vida de Orión . El cazador se defendió con gran valor y destreza, lanzando flechas que no conseguían atravesar el caparazón de la bestia y atacándola después con la espada. Al ver que no conseguía terminar con el escorpión, Orión huyó a nado tratando de alcanzar la isla de Delos. Apolo entonces, viendo que su plan había fracasado, ingenió una treta en la que retó a su hermana Artemisa a una competición de puntería. Le hizo intentar acertar con una flecha a diversos puntos que se encontraban en la lejanía, siendo el último de ellos un objeto que flotaba en el mar en un punto cercano al horizonte. Artemisa no fue consciente de qué se trataba el objeto, hasta que vio llegar a la orilla el cuerpo sin vida de su amado, muerto por su propia flecha.

Sumida en una inmensa pena, la diosa lanzó a las estrellas el cuerpo de Orión y de su fiel perro Sirio, formando la hermosísima constelación que conocemos. A los pies de Orión, en el firmamento, se halla Sirio, la estrella más brillante del cielo.

La constelación de Escorpio está situada en el otro extremo de la bóveda celeste y mientras Orión aparece en invierno, Escorpio nos visita cada año durante el verano, perpetuando de ésta manera la persecución de la bestia tras el cazador.
Siempre me ha fascinado la romántica explicación del firmamento inventada por los griegos y echo en falta esa imaginación y esa magia en nuestro mundo. Me encanta pensar que Artemisa no pudo encontrar un acto de amor más significativo que perpetuar a su amado para siempre dominando el cielo del invierno. Y es que, para mi, la energía que subyace a todo lo que existe en la naturaleza no puede ser otra cosa que puro Amor, Amor que no deja lugar al miedo, su contrario, representado en esta historia por los celos de Apolo y sus desastrosas consecuencias.

De las estrellas llegan energías, vibraciones, sensaciones e inspiración para desarrollar infinitas creaciones. Hay una que siempre me ha tocado la fibra sensible.

No sabía que hora era.

La luz era tenue.

Me recosté escuchando la radio.

Un tipo estaba tocando R&R

muy emotivamente.

Entonces, el fuerte sonido

empezó a apagarse poco a poco.

Volvió como una voz lenta en una onda de la fase.

No eran DJs. Era un confuso jazz cósmico.

Hay un hombre de las estrellas,

esperando en el cielo.

Quiere venir, y conocernos.

Pero cree que reventarán nuestras mentes.

Hay un hombre de las estrellas, esperando en el cielo.

Nos ha dicho que no lo hagamos explotar.

Porque sabe que merece la pena.

Me ha dicho:

Deja a los niños perderlo.

Deja a los niños usarlo.

Deja a los niños bailar (boogie).

Tenía que telefonear a alguien, así que te escogí a tí.

Oye, está muy lejos, así que lo oirás también.

Enciende la tele, que lo sacaremos en el canal 2.

Mira a través de la ventana. Puedo ver su luz.

Si le podemos hacer señas, podría aterrizar esta noche.

No se lo digas a tu padre, o nos encerrará asustado.

Saludos desde la luz.

Opuestos

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Nuestra tarea no consiste en aproximarnos, como no se juntan el sol y la luna, ni el mar y la tierra. Nuestro objetivo no es el cambiarnos el uno en otro sino el conocernos mutuamente y acostumbrarnos a ver y venerar cada cual en el otro lo que él es, la pareja y el complemento.

(«Narciso y Goldmundo» – Hermann Hesse -1930)

Hermann Hesse, en su novela Narciso y Goldmundo nos habla de dos personajes antagónicos. Narciso, el erudito, espiritual, con gran sabiduría y estudioso de las letras y ciencias clásicas; y Goldmundo, el artista, la naturaleza personificada, siempre en persecución de la experiencia humana y con una gran capacidad de amar todas las manifestaciones de la vida.

Comienzan la novela los dos como estudiantes del monasterio de Maulbronn (rebautizado por Hesse en la novela como Mariabronn). Pronto emprenderán caminos muy diferentes aunque siempre teniéndose en mente el uno al otro. Mientras Narciso se queda en el monasterio consagrado a los estudios, Goldmundo parte a los 18 años para experimentar la vida en todo su esplendor.

Se re-encontrarán al final de la novela, para constatar que a los dos les ha faltado lo que el otro posee.

Leí este libro en la adolescencia, una época fantástica para leer toda la obra de su autor. Desde entonces, creo que no he perdido la admiración por la magia de las dualidades. Más aún ahora, cada vez soy más consciente de la necesidad de los opuestos y de cómo en último término son distintas expresiones del mismo todo. No pueden existir el uno sin el otro.

Es muy normal que cada vez que pensamos en Goldmundo nos venga a la mente la noción de Libertad y al pensar en Narciso nos agobie la imagen de las rutinas, el claustro y la doctrina (al menos así me pasa a mi). Pero a veces dudo quién y cuándo es más libre, puesto que siento que la última frontera de libertad está en el interior de cada uno. Es imposible ser libre si la realidad circundante nos afecta más que nuestra propia decisión, si nuestras emociones y estados de ánimo dependen del contexto. El estado de libertad más absoluto se consigue desde dentro y una vez alcanzado, es imposible que nada del exterior nos lo arrebate.

Por otro lado, las nociones y teorías no son más que discurso si no se ponen en práctica y una sola brizna de hierba contiene más información y por supuesto más magia que todo el material informático del planeta.

Es imposible separar los opuestos, son absolutamente necesarios el uno para el otro.

Siempre que pienso en este tema, me viene a la cabeza la música de Tom Waits. Para mi, contiene algunos de los fragmentos más líricos y emotivos de la historia de la música, además de algunas bajadas al infierno absolutamente estremecedoras, por supuesto. Pero hablando de lirismo, la voz desgarrada y «difícil de escuchar» de Tom Waits consigue abrirme el corazón de cuajo cuando expresa romanticismo. Los aparentemente opuestos e irreconciliables «tosquedad y belleza», se unen mágicamente.

Aquí dejo una perla de menos de 2 minutos que me deja al borde de las lágrimas cada vez que la escucho. Pertenece a la obra ALICE, una adaptación del libro de Lewis Carroll dirigida por Bob Wilson en el año 1992.

I’M STILL HERE

No me has mirado de esa manera en años
Me soñaste y me dejaste aquí
Cuánto tiempo estuve soñando
qué era para lo que me querías

No me has mirado de esa manera en años
Tu reloj se ha detenido y el estanque está vacío
Alguien apaga las luces
Te amaré hasta que todo el tiempo se haya ido

No me has mirado de esa manera en años
Pero todavía estoy aquí

Saludos desde la luz.

EN CASA

20170109_221304La maleta de la foto ha estado de viaje durante un año y medio. Un año y medio durante el cual he recorrido intermitentemente toda España en una gira teatral.

Ha sido una gira dura, tanto física como emocionalmente. Ha estado llena de luces y sombras, de encuentros y desencuentros, de soledades y amistad. La última etapa, un mes en Valencia, ha sido especialmente intensa; allí he vivido algunos de los mejores momentos de la gira y algunos de los peores de los últimos años (por causas ajenas al trabajo propiamente dicho, aunque el hecho de estar lejos de casa ha sido determinante para hacerlos especialmente dolorosos). Gracias al apoyo de compañeros y amigos (algun@ sin saberlo), estas sombras se han mantenido al margen o al menos cubiertas por una capa de alegría a modo de bálsamo.

Necesito ahora descansar, reencontrarme con mis sombras para iluminarlas, dejar salir todo lo que inconscientemente (y a veces de forma absolutamente lúcida) he estado negándome.

El otro día una amiga muy especial me recordaba la grandeza de la escritura como terapia; me di cuenta entonces de cuánto he estado echando de menos escribir en este blog y del bien que me hace exorcizar mis fantasmas desde aquí.

He vuelto deseando retomar este cuaderno de navegación, esta voz.

Hola Blog, estoy en casa.

El lienzo y la obra

Escher 1
M.C. Escher

Imagina estas palabras que estás leyendo flotando en la nada, frases sin ningún tipo de soporte, sin un marco o papel blanco sobre el que resaltar, gotas de tinta (si estuviesen impresas) flotando en el vacío. Estos símbolos no tendrían ningún sentido si no estuviesen circunscritos en un contexto. Cuando leemos un libro tenemos en las manos un objeto con olor, color, textura y propiedades físicas como capacidad de combustión, densidad, peso… Cuando abrimos un libro el aire circundante se mueve, la luz de alrededor cambia gracias al reflejo producido por las páginas en blanco y nuestra visión periférica se estrecha centrándose en los márgenes de la página que tenemos frente a nosotros. Nuestra realidad cambia  frente a un libro, la estancia no es la misma, la medida del tiempo se vuelve mágicamente subjetiva.

Ocurre algo muy parecido con un cuadro, una obra pictórica no existe si no es gracias al lienzo, la tabla, el papel, el cartón o el muro. Podemos decir que la Gioconda es pintura, barniz, tela y madera. Y ¿qué hay de la pared de la que cuelga el cuadro? ¿podría este estar flotando en el espacio? Y ¿qué sería de la Gioconda sin el Louvre, sin París, Francia, el planeta…? No podemos aislar la experiencia artística del contexto en que se produce y si ampliamos este concepto, lo podemos aplicar a cualquier faceta de nuestra realidad. Es necesario el todo para experimentar lo más pequeño.

Del mismo modo que una obra de arte o un objeto cualquiera, las personas no “somos” si no incluimos en nuestra individualidad a todo lo que nos circunda. Es impensable situar a cualquier persona al margen de su escenario, el cual gracias a la globalización y la inmediatez de los medios de información es cada vez más extenso.

Una de las paradojas más sorprendentes a las que se enfrentan los científicos a la hora de estudiar el comportamiento de las partículas subatómicas (la base de nuestra realidad, la materia de la que estamos hechos todos los objetos, seres vivos, instrumentos musicales, cubos de plástico, helados de vainilla, naranjas, armas de destrucción masiva, tablets, televisores led, planetas, estrellas, galaxias…), es el hecho de que este comportamiento varía radicalmente en el momento de ser observado; es decir, el observador determina sin quererlo el resultado de la observación. No podemos evitarlo, influimos invariablemente en todo lo que nos ocurre. Este hecho resulta a mi entender de lo más liberador, ya que nos da la oportunidad de responsabilizarnos de nuestra propia vida (si yo lo creé, yo puedo cambiarlo si aprendo cómo hacerlo). Somos observadores y creadores de nuestra realidad, experimentadores y hacedores de todo lo que nos rodea e influye.

Así que si juntamos estos dos paradigmas (el del observador y el de lo observado), puede decirse “soy gracias a lo que me rodea y lo que me rodea es gracias a mi” o como diría Ortega y Gasset “Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella, no me salvo yo”.

La noción del tiempo es totalmente subjetiva. Como antes decía, ante un buen libro o ante una creación en curso (p. ej. la escritura de este post) solemos decir que “perdemos la noción del tiempo”; a mi me gusta pensar que lo que hacemos es liberarnos de la tiranía de una fantasía creada por nuestro ego. Solo existe el presente, este instante, todo lo demás es una construcción puramente mental. El pasado no fue como lo recordamos, una vez más la experiencia cambia al ser observada o imaginada, todos nos hemos sorprendido mirando fotos antiguas y comprobando que nuestras imágenes mentales estaban equivocadas. Y el futuro simplemente “no es” y si llega a ser en algún momento, lo experimentaremos indefectiblemente como presente. Resulta bastante ridículo pensar que nos pasamos la vida intentando llegar a otro lugar distinto de en el que estamos, es como si estuviésemos viviendo un ensayo de la vida, preparándonos para vivirla cuando llegue el momento. El momento presente está absolutamente lleno de cosas, de matices, físicamente es abrumadora la cantidad de sensaciones que podemos sentir si prestamos atención: temperatura, aromas, sensaciones, sonidos, colores, texturas… nuestros cinco sentidos pueden bombardearnos con sus señales y conducirnos a un éxtasis sensorial sin levantarnos de la silla y sin desviar la mirada de la pantalla de nuestro ordenador. Por otro lado tenemos nuestra mente que nos domina con un discurso interno lleno de suposiciones, pura construcción intelectual absolutamente irreal que nos bloquea y hace que desviemos nuestra atención de lo que realmente “es”.

Podemos dejarnos llevar por la verborrea de nuestra mente que nos separa de todo lo que sucede a nuestro alrededor o por el contrario asistir a la vida desde una butaca en primera fila, aceptando que la función varía al observarla y que nosotros mismos cambiamos con ella. Se trata de aceptar que al fin y al cabo “somos este momento”. Todo aquello que está en nuestra vida nos hace ser y, por supuesto, es responsabilidad nuestra. No intento animar a la inconsciencia sino al contrario, se trata de tomar conciencia de todas y cada una de las experiencias que nos brinda la vida -si está en tu vida, es tuyo-.

Si lees este post, este formará parte de tu presente, será TÚ. Si decides dejar algún comentario (te lo agradeceré infinitamente), ese comentario formará parte de mi presente, será YO. Puesto que el tiempo no existe como concepto absoluto, puedo afirmar que tanto el uno como el otro serán eternos en cada uno de sus instantes.

Saludos desde la luz.

SONG INSIDE YOU

Cementerio Ha sido un fin de año muy duro, de los que quedarán marcados a fuego en mi memoria. Solemos hacer propósitos de año nuevo, que nos llevan indefectíblemente a sentir cómo fracasamos a los dos meses. Comenzamos nuevas etapas cada primero de enero que se van diluyendo hasta dejarnos sumidos en la rutina de siempre. Nos comportamos como si tuviésemos tiempo, mucho tiempo… El 29 de diciembre del año que acabamos de dejar, prácticamente sin aviso, fallecía mi madre. Hace tiempo que intento buscar el lado positivo de cada acontecimiento y aprender de todos los reveses que me encuentro en la vida. Se por experiencia que tras la tristeza siempre nos espera un regalo inesperado que supera con creces el dolor que le precedió, aunque esta vez pretendo ayudar de alguna manera en el proceso. No hay nada como pasar un tiempo en un cementerio para captar la fugacidad de la existencia humana. Cada lápida nos recuerda a una o varias personas que tuvieron un tiempo para desarrollar sus talentos, para buscar la realización de sus deseos, para desarrollarse como individuos, para dar y recibir amor, para dejar huella y recuerdo en sus seres cercanos, para dejar el mundo mejor que como lo encontraron. No se me ocurre nada más triste que derrochar una vida en hacer cosas que no nos gustan, en desarrollar trabajos que odiamos y regalar la mejor parte de nuestro tiempo a empresas sin valores y proyectos en los que no creemos; y todo por miedo. Somos la única especie animal consciente de su inevitable muerte y la única capaz de desperdiciar la vida. Solemos aconsejarnos dejar pasar el tiempo, hacer la travesía del desierto para ir asumiendo y «olvidando» la muerte de nuestros seres queridos, algo así como dejar que se cicatricen las heridas hasta que no nos afecten. Pues bien, si hay algo que puedo agradecer desde el alma a la muerte de mi madre, es la oportunidad que me brinda de replantearme cómo estoy usando mi tiempo y por supuesto, no quisiera que la herida que tanto dolor me ha hecho sentir, cicatrizase y me dejase igual que antes. Decía antes que pienso ayudar en el proceso para recibir el regalo oculto tras la tristeza, y lo haré exprimiendo esa tristeza, esa consternación, para tomar decisiones duraderas. Tomo pues la determinación de no volver a hacer absolutamente nada que no me entusiasme sinceramente, que no me apasione. Tengo la inmensa suerte de saber qué es lo que quiero hacer en la vida y no pienso cejar en el empeño pàra conseguirlo. Todos tenemos una canción única e irrepetible dentro nuestro y siento que tenemos la obligación de cantarla.

SONG INSIDE YOU

Esto no es una carrera, no tienes que correr

Puedes incluso aminorar la marcha, echar un vistazo alrededor, en lugar de perseguir a todo el mundo.

Nada que probar, nada que hacer si cuando has dicho y hecho, sabes en tu corazón que tu canción ha sido cantada.

No te vayas con tu canción todavía dentro de ti, deja que te guíe cada día. Todos sabemos que es bueno ser humilde, pero no Murmures tu vida.

Puedes perder todo, puedes sentir aún que has ganado.

Puedes caer del cielo, aprender a volar, simplemente tratando de alcanzar el sol.

No hace falta preocuparse, adiós arrepentimiento si cuando has dicho y hecho, sabes en tu corazón, que tu canción ha sido cantada.

No te vayas con tu canción todavía dentro de ti, deja que te guíe cada día. Todos sabemos que es bueno ser humilde, pero no te quejes de tu vida.

No te vayas con tu canción todavía dentro de ti, deja que te guíe cada día. Todos sabemos que es bueno ser humilde, pero no te arrepientas, no te quejes, no murmures tu vida.

Saludos desde la luz.

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Volviendo a casa

Ulysses and the sirens
(Herbert James Draper «Ulysses and the sirens» 1909)

Es solo a través de esta laguna interior que uno puede llegar a su verdadera casa.

Desafiando dioses, venciendo a cíclopes, esquivando antropófagos o desoyendo cantos de sirena… siempre hay que esperar la ayuda de Atenea para llegar a buen puerto. El final del viaje no tiene importancia, el camino nos acoge convirtiéndose en nuestro hogar, pero solo adquiere sentido si nos mantenemos en el firme propósito de alcanzar nuestro destino.

 

Itaca

Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.

Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.

 

Konstantin Kavafis

Transparencia

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El pasado cuatro de junio tuve el placer junto a Pablo Sciuto de ofrecer nuestra música a los pacientes de la unidad de oncología de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid. El concierto fue organizado por “Música en vena”, una organización sin ánimo de lucro que se dedica a proporcionar atención musical hospitalaria a pacientes, familiares y personal sanitario; yo ya había colaborado con ellos hace cosa de un mes como acompañante de Elena Molist durante la lectura de su cuento “Violeta” en la sección de oncología infantil del Gregorio Marañón. Es imposible agradecer lo suficiente a Música en vena el trabajo que realizan y estas dos oportunidades de crecimiento (espero sean muchas más).

Cualquier experiencia nos hace evolucionar si estamos atentos a la enseñanza que contiene, pero hay algunas en concreto que te atrapan y te convierten en una cáscara de nuez flotando en medio del océano; solo queda rendirse al contexto que nos supera y dejarse llevar, aceptar las sacudidas, disfrutar la brisa en la piel y convertirse en herramienta. Durante el tiempo que duró nuestro “concierto” (no creo que sea la palabra más apropiada para definir lo que ocurrió en aquella sala) sentí más que nunca cómo Pablo y yo desaparecíamos para transformarnos en simples vehículos; la sensación de que la música llegaba desde algún sitio mucho más grande que nuestras manos o gargantas no ha hecho más que acrecentarse según van pasando los días. Tardé horas en procesar lo que allí había ocurrido (aún continúo haciéndolo).

Hay un antes y un después en mi vida a partir del día cuatro de junio de dos mil catorce, he podido comprobar que la música que hago (o mejor dicho, la música que me hace a mi, que me utiliza como canal) es un tesoro. Hemos escuchado muchas veces declaraciones de voluntarios en ONG’s, personal sanitario y colaboradores en tareas humanitarias hablar del “egoísmo” de los que ayudan, de que siempre se recibe infinitamente más de lo que se da… ahora se que es absolutamente cierto todo lo que dicen; no existe nada más gratificante que poner el propio talento (lo que uno sabe hacer) al servicio de los demás, al servicio del prójimo, de la vida, del todo.

Despierto hoy con una nueva intención primordial, que no es otra que transparentarme en todas y cada una de las acciones que realizo cada día; a partir de esta transparencia no cabe otra cosa que “darse”, la energía universal que se expresa a través de nosotros cuando no interferimos es Amor puro. Nadie ha dicho que sea una labor sencilla, pero hoy se que la clave está en “no esforzarse”, el resultado no puede ser forzado, tiene que fluir como un manantial.

Nos inundó la luz en aquella sala de quimioterapia, nos invadió la vida en un lugar en el que se lucha por sobrevivir y lo mejor es que no hicimos nada para que ocurriese, solo dejarnos llevar.

Reflexión

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Foto: http://www.escolares.net

Todos y cada uno de los grandes maestros espirituales y corrientes filosóficas y/o religiosas, nos indican que la acumulación desmesurada de dinero, poder o posesiones no solo no proporciona la felicidad sino que constituye uno de los mayores obstáculos conocidos para llegar a ella. “La vida te devuelve lo que le das”, así reza (de forma resumida) la ley hindú del karma; según esta ley, deberíamos preocuparnos simplemente por “respetar”, “servir”, “ofrecer”, “ayudar”, “dar” o en resumidas cuentas ”Amar” siempre desde la honestidad y “dejar hacer” a la vida, que nos convertirá a su vez en personas amadas y por ende felices. Se que no es tan fácil actuar de esta manera, pero es que la mayoría de las veces ni siquiera lo intentamos; nos hemos acostumbrado a perseguir espejismos, como si la riqueza material nos fuera a hacer inmortales o tuviese la capacidad de convertirnos en quien no somos y claro, cuando uno se identifica con lo que posee y con sus logros frente a los demás (académicos, profesionales, económicos…), ¿qué ocurre si todo esto un día desaparece? ¿desaparecemos también nosotros?. Por otro lado, si no poseemos casi nada, ¿es que no somos nadie?. El gran Bertrand Russell en su libro “La conquista de la felicidad” aseguraba que una de las personas más felices que había conocido en su vida era un humilde pocero; su felicidad según Russell se basaba en su capacidad física para realizar su trabajo.

Al intentar recordar momentos absolutamente felices, me vienen a la memoria encuentros íntimos, conversaciones durante una noche de verano, risas, caricias, obras de arte, el aroma de la hierba recién cortada, la contemplación del cielo nocturno, la sombra de una higuera, la brisa marina acompañada del ruido de las olas, un buen libro, el cielo azul, una reunión con guitarras, un buen fuego… En ningún momento mi memoria recuerda cuánto dinero tenía o gasté en aquel momento o si me sentía poderoso o socialmente realizado. Un amigo me contó hace tiempo una maravillosa anécdota que vivió hacía muchos años una noche en los campos de Jaén; aunque no recuerdo casi ningún detalle, no he olvidado una escena en la que él volvía a casa de madrugada montado en un burro junto a un amigo gitano y bajo un limpísimo cielo de luna llena. Tampoco he olvidado cómo los dos volvían con una enorme borrachera y en un punto del camino, cruzando un río, el burro les hizo caer al agua. Recuerdo como mi amigo me contaba esta historia con lágrimas en los ojos, emocionado por haber tenido el privilegio de vivir tan mágica escena que bien podría haber salido de un poema de Lorca.

El nacimiento de un hijo es uno de esos momentos de absoluta felicidad (ese mismo hijo nos proporcionará innumerables momentos de plenitud durante su vida). Somos capaces de hacer cualquier cosa con tal de que nuestros hijos crezcan felices, cuando eres padre te conviertes en una persona ”susceptible de dar la vida por otro” (y además sin ningún género de duda, es algo que no se discute, ni siquiera puedes luchar contra ello) y sin embargo, nos empeñamos en convertirlos en otras personas. Desoímos sus deseos más íntimos, hacemos caso omiso de sus propios talentos para que se hagan mujeres/hombres de provecho (aún no se lo que quiere decir esta expresión), matando su frescura y espontaneidad y convirtiéndoles en “farsantes” al igual que nuestros padres nos convirtieron a nosotros.

Es lamentable pensar que los “poderosos” (si has llegado hasta este punto del post comprenderás que utilice comillas en este término) pisotean a los demás en la persecución de un espejismo, ya que es imposible llenar un vacío existencial con “cosas”. Por muy nutrida que esté su cuenta en Suiza, estas personas seguirán vacías y terminarán muriéndose como todos y seguramente más solas que la mayoría. Este tipo de esquizofrenia, es digno de lástima al fin y al cabo. Volviendo a retomar el hinduismo (no son los únicos que coinciden en estas teorías, las cuales cada vez siento más cercanas), se trata de seres poco evolucionados que además dan la espalda a las enseñanzas que la vida les brinda a cada paso.

En el caso de los políticos, esta esquizofrenia se acentúa, ya que además de hacer lo que sea necesario en pos de la consecución de ese poder, se pasan la vida justificando sus acciones con mentiras y malabarismos dialécticos. En este caso, la ética y la honestidad son enterradas a conciencia, negadas desde la esencia del propio Yo. Todo es justificable desde el punto de vista de un político (al menos de los que conocemos últimamente y nos abochornan cada día con sus delirantes comportamientos), lo único importante es la famosa “intención de voto”.

Llevo días dándole vueltas a la votación de mañana y he llegado a la conclusión de siempre: la única forma de sentir que no me he equivocado es seguir a mi corazón. Dejando de lado la famosa “utilidad” del voto, espero que las nuevas caras que han dado un paso adelante y muestran sus ganas por hacerse cargo del tan esperado cambio de rumbo que muchos deseamos, no caigan demasiado pronto en la (parece ser)  “inevitable” corrupción que conlleva el poder (recuerdo ahora a mi admirado José Luis Sampedro, que nunca quiso siquiera acercarse a él).

Y hasta aquí mi reflexión en esta jornada (a mi es que el futbol…. )

Saludos desde la luz.

Claro de luna en Escorpio

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Esta noche, los campos aparecen iluminados por una enorme lámpara mágica. La luna está en Escorpio (mi signo, el temido y no siempre comprendido Escorpión, la destrucción, la pasión, el deseo…) y este hecho me impulsa a pasear bajo su resplandor.

 

El cielo es, si cabe, doblemente inmenso y más silencioso que nunca; será porque las estrellas han casi desaparecido, deslumbradas por la luz de la Reina de la noche.

Me resisto a dormir, quiero bañarme en todo aquello que hoy quiera regalarme esta luna llena, plateada como un CD.

Saludos desde la luz (de la luna).